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Aunque publicada en 2013, esta obra colectiva, desde una perspectiva sociológica (Pym; Delisle), se engloba en los estudios de historia de la traducción de tan renovado interés para los especialistas en el ámbito y para la disciplina en sí. En los últimos años, este viraje conceptual ha dado lugar a numerosos encuentros, coloquios, volúmenes e investigaciones que no hacen sino evidenciar la importancia de la reflexión. Ya no se trata de trabajos historiográficos como los concebidos a finales del siglo XX, sino de estudios que ofrecen nuevas perspectivas de la Historia apoyándose en el papel que los traductores y sus textos representaron. Huelga decir que el contacto interdisciplinar actual ahonda en los entresijos de la sociología, la historia y la antropología, e incluso en cuestiones lingüísticas y, por ende, culturales. El interés de este volumen reside, sin duda, en el cuestionamiento resaltado por la propia editora, Nayelli Castro, y ya formulado con anterioridad: «¿por qué deberían los historiadores de Latinoamérica considerar a la traducción más seriamente?» (p. 14). La obra continúa la línea de los trabajos ya consolidados de G. Payàs, A. Pagni y P. Wilson, y C. Foz, o N. Catelli junto A. Gargatagli, así como el Diccionario histórico de la traducción en Hispanoamérica (2013) editado por F. Lafarga y L. Pegenaute, la Biblioteca de Traducciones Hispanoamericanas de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, o los numerosos trabajos del Grupo de investigación sobre Historia de la traducción en América Latina (HISTAL)[1] de la Universidad de Montreal.

Como se anuncia en el prólogo, el trabajo está dividido en tres secciones que coinciden con tres momentos históricos del Continente, y que, de manera extensible, pueden ser divididos en estas etapas, tal y como Bastin lo hace para Venezuela en el citado Diccionario (2013: 456). Cada bloque está compuesto a su vez por tres estudios que, si bien no siempre tienen entre ellos una estrecha relación, sí una continuidad evidente. Los trabajos se presentan de manera clara, matizando desde las primeras líneas el propósito de la investigación y la finalidad de esta. Es sumamente interesante ver cómo la traducción aparece aquí como elemento sociológico y político con traductores que toman partido en una causa. El agente, por tanto, se posiciona desde un punto concreto de la Historia de su país. El punto fuerte es que nos encontramos con una obra que versa sobre traducción en Latinoamérica que, además, recoge los trabajos realizados por especialistas publicados en su mayoría con anterioridad en inglés o en francés, pero que ahora ven por fin la luz en español. Esto permite acercar a los lectores de habla hispana a tan interesantes estudios sobre su historia y cultura.

El primer bloque lo protagonizan los estudios que revisan el pasado colonial: “Avatares traductores de la colonia a las independencias”. El papel que los traductores tuvieron en los procesos independentistas desvela nuevas pistas para la historiografía moderna de Latinoamérica. La sección se abre con un trabajo de Gertrudis Payàs, cuya intención es cuestionar la historia a través de las traducciones, y que permite a los hispanohablantes conocer este interesante trabajo, pionero en el ámbito. Tras una crítica a la insuficiencia de estudios de conjunto, la autora expone sus intereses como investigadora en el periodo colonial en México y Chile y los objetivos de la traducción, así como el viraje de estos una vez establecidos como naciones. Se centra en dos casos: el primero versa sobre la apropiación de los textos prehispánicos y sobre cómo la historia actual que conocemos fue la interpretada por los colonizadores. El segundo caso toma como ejemplo la figura de Domingo Faustino Sarmiento, futuro presidente de Argentina, en el periodo romántico, y cómo intentó buscar una lengua propiamente chilena durante su exilio sirviéndose de las traducciones, sobre todo del francés. En la misma línea, el equipo del grupo HISTAL formado por Georges L. Bastin, Álvaro Echeverri y Ángela Campo recorren el papel de la traducción en el establecimiento de las primeras repúblicas en Latinoamérica y arguyen la función subversiva que tuvo en el movimiento de independencia, que estuvo liderado por los criollos cultos que se rebelaron contra la opresión colonizadora y supuso una contestación ante su falta de participación en el gobierno. A pesar de la censura inquisitorial, los libros de la Ilustración empezaron a circular entre la élite cultural y, aunque la historia no lo refleje, el papel de la traducción fue esencial para difundir las ideas, sobre todo en la prensa. El estudio se lleva a cabo a través de dos casos concretos entre 1789 y 1812: la Déclaration des droits de l’homme et du citoyen y la Lettre aux Espagnols américains de Viscardo, que reflejan a su vez una intertextualidad entre ambos textos. Estas manifestaciones constituyeron la base ideológica del movimiento. El objetivo de estas traducciones era legitimar la causa política y filosófica, así como la creación de un soporte ideológico para la formación de las nuevas repúblicas. Por otra parte, el trabajo de Aura Navarro continúa la anterior línea de investigación en la presa hispanoamericana y su vínculo con la presa londinense. La autora se centra en las relaciones que se establecieron entre los líderes revolucionarios americanos y los intelectuales británicos en el intento de los primeros por difundir la causa y ganar el apoyo inglés. Navarro resalta la importancia del periódico Morning Chronicle, que se prestó al movimiento y, además, proporcionó a la Gaceta de Caracas, tanto en el periodo revolucionario como realista, numerosas noticias, que resultaron ser un arma de doble filo para legitimar o deslegitimar la causa revolucionaria.

“Forjar la nación: traducir para educar” es el título del segundo bloque, que está constituido por un corpus de traducciones que ayudaron a forjar las metas educativas en las recién estrenadas naciones. Paula Andrea Montoya se centra en los textos aparecidos en La Escuela Normal (1871-1879) de Colombia y en el impacto que las traducciones tuvieron en el sistema educativo promovido por el Estado, y, en especial, por los Radicales, que eran defensores de una educación pública. Por tanto, las traducciones jugaron un papel determinante en la influencia de las ideas europeas y estadounidenses para la configuración de las instituciones colombianas. Desde otro punto de vista, Orly Gónzalez nos presenta al ministro mexicano de Educación, José Vasconcelos, y su empresa de publicación de “Clásicos universales” dentro de un proyecto patriótico de identidad colectiva. La traducción era para él vital en la construcción de una nueva cultura, aunque este proyecto se vio truncado a causa de su magnitud y por el hecho de que la población fuese mayormente analfabeta. Finalmente, la traducción les sirvió como símbolo de apropiación. Siguiendo la misma idea, pero en un proyecto más general, la editora de la obra, Nayelli Castro, se encarga de reconstruir el corpus filosófico de la Antigüedad en el México posrevolucionario (1940-1970), que tenía como finalidad una vuelta a los orígenes mediante la reapropiación del pensamiento filosófico, y que la autora desvela apoyándose en los paratextos escritos por los traductores.

El tercer bloque, “Coyunturas actuales: traducción e interculturalidad”, lo abre el estudio de Anna Maria D’Amore en el que confronta los problemas del traductor actual de literatura hispanoamericana al inglés. La autora toma como punto de partida la utilización del diminutivo o del mote en México y los analiza en la obra Dos crímenes (1979) de Jorge Ibargüengoitia y su traducción al inglés por Asa Zatz en 1984. Su estudio nos muestra de manera precisa y con numerosos ejemplos las muchas connotaciones que los apodos pueden contener, desde el aspecto físico hasta el estatus social o la educación del personaje. Dependiendo de la carga connotativa de la palabra, que muchas veces además es una figura de humor, el traductor opta ya sea por la extranjerización o por la adaptación de los apelativos. Aunque el trabajo de Danielle Zaslavsky sí hubiese sido ya publicado en español con anterioridad, el caso que nos muestra es muy interesante porque nos conduce por los entresijos de un hecho actual y público. En sus investigaciones sobre traducción en prensa, presenta el caso de un suceso acontecido en Veracruz tras la supuesta violación de una anciana, Ernestina Ascensio Rosaria, por parte de varios militares. El escándalo se desveló a consecuencia de las últimas palabras que la señora pronunció en náhuatl antes de fallecer. La CNDH, que puso a disposición del público las entrevistas a los familiares con las respectivas traducciones, presentó el caso como un error de traducción, con lo que se ganó a la opinión pública y achacó la confusión a la poca formación de los intérpretes indígenas. La autora, sin emitir juicio sobre la veracidad de los datos, resalta la diferencia entre traducción literal e interpretación de discursos orales y las contradicciones que existen entre los diferentes agentes implicados. También de traducción en contextos indígenas se ocupa, para cerrar el libro y la sección, Fernando Limón Aguirre. Se trata del broche de oro preparado especialmente para esta antología. Tras una emotiva introducción sobre la importancia de la interculturalidad, expone su deseo de conseguir que la utopía del respeto a la multiculturalidad y el plurilingüismo se hagan realidad. Empieza su estudio por el periodo colonial, cuando los colonizadores se apropiaron de los textos indígenas para favorecer al imperio. El autor pretende situar la traducción en el epicentro de las tensiones desde una perspectiva de compromiso con la alteridad, no solo lingüística sino también cultural. La traducción debe verse como una responsabilidad y los traductores juegan un papel vital en esta concepción. Para ilustrarlo, muestra el trabajo realizado por el grupo Knowledge Translation and Indigenous Knowledge, sobre todo el campo de la salud.

Aparte de los puntos resaltados sobre la importancia, pero, sobre todo, de la necesidad de estudios de esta índole, nos encontramos con textos que no están solamente confinados al campo literario, sino que engloban temas políticos, periodísticos o filosóficos. Se ha demostrado así que la traducción es esencial para la construcción de Latinoamérica, y que el concepto de traducción se extiende aquí al ámbito de la interpretación, la adaptación, la recreación e incluso de la apropiación.