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En América Latina por le general no se tiene una clara idea en el seno de las clases dirigentes, el valor e importante nexo y cercanía existente entre gestión empresarial y desarrollo, visto desde el ángulo social y perspectiva de los consumidores o ciudadanos que pagan impuestos directos e indirectos, que ofrecen sus servicios personales, a la vez que compran y venden en una continua e interminable cantidades de pequeñas operaciones de mercado individual y familiar, y que conforman el tejido de actividades que dan forma a la continuidad al éxito de cualquier empresa pequeña, mediana o grande establecida al sur del Rio Bravo a lo largo y ancho de nuestro continente latinoamericano.

La gestión empresarial por su naturaleza, en la búsqueda de su éxito comercial no solamente va al encuentro de las mejores ofertas y productos, como a los mas bajos precios en servicios como en calidad y cantidad, sino que también busca situar a la empresa dentro de la sociedad donde se encuentra, actuando en total armonía con los principios, valores, doctrinas y costumbres, que prevalecen en esa comunidad urbana o rural, a fin de que siendo la empresa considerada como una parte de la sociedad y las personas que ahí habitan la perciban como un elemento fundamental, sea en todo momento una parte de la misma y constituya en opinión de las mayorías un activo social.

Esta percepción oportuna y acertada de la clase dirigente empresarial, la coloca a veces muy a su pesar e indefectiblemente casi de forma paralela a las tradicionales clases dirigentes políticas de nuestro mundo hispano hablante de América, pues la obliga a considerar dentro de sus análisis de mercado, la valoración que la política gubernamental local hará de sus aportes al desarrollo del País y de la conducta que después de haber realizado ese análisis, tendrán las autoridades del gobierno, que seguramente van a incidir en el tratamiento fiscal y la competencia.

Es natural que los intereses de la clase política y la empresarial no sean del todo coincidentes, porque a cada una se les atribuye responsabilidades diferentes, pues los políticos tienen la máxima responsabilidad del bienestar social, pero al fin y al cabo el receptor de su acción es el mismo ciudadano votante y consumidor de productos y servicios, el que opina y se manifiesta, el trabajador, como el ejecutivo, la mujer y el joven que busca empleo, el adulto que esta en plena edad de trabajo que busca soluciones económicas y protección para el y su familia de la autoridad del estado, es decir que el actuar de ambos sectores sociales recae al final en la misma persona que habita en esa comunidad.

Por tal razón, no se puede desprender del concepto básico de gestión empresarial, la idea fundamental del desarrollo económico, a cargo de las autoridades constituidas y producto del sistema político imperante y la responsabilidad social empresarial; que corre paralela a la acción partidaria y de gobierno, con incidencia directa sobre la paz social, a cuya base esta el salario y las condiciones de vida que rodean la realidad del ciudadano trabajador y consumidor, donde la empresa privada tiene una gran capacidad de contribución y donde se juega así misma su existencia partiendo de la base de su mayor o menor aceptación social.

Podemos decir que la empresa privada a través de su importante gestión empresarial, representa una primordial actividad de la clase dirigente, sea esta local o extranjera, pues los criterios de aceptación o rechazo inciden cada vez mas en los procesos políticos y son causa de banderas partidarias, cuyas decisiones en manos de los políticos, quienes casi siempre son pocos sensibles a los criterios empresariales, de forma repetida ceden y negocian por encima y en contra de los intereses de las empresas, sin que esta puedan hacer poco o nada para evitarlo, lo cual evidencia que en la gestión empresarial, se debe sobrevivir a cualquier momento político o color partidario, sabiendo prevenir los cambios inexorables que se avecinan en las sociedades inestables donde se encuentran.

Es así que no se puede ni se debe desconocer ese intangible pero real y poderoso lazo que une los intereses y objetivos de ambos sectores y a los cuales se les puede llamar actores activos y responsables del desarrollo, pues juegan en la vida social, económica y política un rol fundamental, cuya capacidad de gerencia exige igual cuidado y por lo cual se debe considerar en todo momento el plan global de la empresa en la sociedad donde se desarrolla, marchando con sentido de previsión y sin perder de vista la opinión publica, la realización de los programas del gobierno, a la vez que manteniendo su capacidad de maniobra y margen de independencia del gobierno y autonomía, sin separarse ni divorciarse del interés general.

La empresa en nuestra latitud regional, al igual que el estado es un órgano social vivo, que reúne a personas con ilusiones, inquietudes, programas e intereses, cuya realización esta a cargo de una dirigencia empresarial, para su éxito y adecuación social, y su gestión debe percibirse como algo positivo y necesario entre la mayoría de los miembros de esa sociedad, además que considerando nuestros valores tradicionales, para su éxito debe actuar como un pater familiae de los antiguos romanos, de manera que la comunidad al sentirla como propia sin llegar con ello a confrontar los intereses y planes del gobierno local o nacional, actué en consonancia a los intereses de la empresa y a la necesaria armonía social, elemento básico y necesario del desarrollo económico.