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Los tronos más poderosos serán de nuevo destruidos, y las catástrofes más terribles recordarán a los hombres que no quebrantan en vano las leyes de la naturaleza, ni los preceptos de la sabiduría y de la verdad.

Volney 1817/1819: 76

1. Introducción: Volney y las Ruines triunfantes

Constantin-François de Chasseboeuf [de la Giraudais, dit Boisgirais] (1757-1820), conde de Volney, es contemporáneo de la Revolución y de los cambios que se produjeron entonces en la sociedad francesa de final del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Junto a Raynal y Condorcet, Volney es uno de los últimos testigos de la escuela enciclopedista. Este ideólogo polifacético es escritor y filólogo, historiador y orientalista, periodista y etnólogo, viajero y político (Daru 1820a; Bossange 1821; Pastoret 1843; Berger 1853; Séché 1899; Gaulmier 1951/1980). Así lo acredita su extensa obra (Volney 1821; Volney 1989-1998). Versátil para unos, oportunista republicano para otros, es variable incluso en sus estudios hasta cambiar Derecho por Medicina, entre 1775 y 1882 (Gaulmier 1951/1980: 27). Terminada su época universitaria parisina, el joven filósofo angevino no tarda en frecuentar los círculos eruditos y anticlericales de la señora de Helvétius y del barón d’Holbach. Inicia entonces una destacada carrera política y literaria. Emprende además un primer viaje a Oriente con apenas veinticinco años (1783). Poco después, es elegido diputado de la Asamblea Nacional (de 1789 a 1791) y es nombrado Director General de Agricultura y de Comercio en Córcega (de 1790 a 1793). A poco de su regreso, en plena época del Terror, es encarcelado durante diez meses. Evita la pena capital por el golpe de estado parlamentario del 9 termidor (27 de julio de 1794). Más tarde, apoyará el cesarismo del 18 brumario (9 de noviembre de 1799). Es miembro del Instituto Nacional de las Ciencias y de las Artes desde 1787 y profesor de historia en la recién creada Escuela Normal, en noviembre de 1794 (Chamrobert 1829/1834: 483). Se convierte en miembro del Instituto de Francia, en 1795, en la sección de ciencias morales y políticas, y en 1797, ingresa en la prestigiosa Sociedad Asiática de Calcuta. Por aquellas fechas, entre 1795 y 1798, reside en Estados Unidos[1] y es nombrado miembro de la Sociedad Americana de Filosofía de Filadelfia el 20 de enero de 1797. Poco tiempo después regresa a Francia y se incorpora a distintas tribunas de poder en calidad de miembro de la Academia francesa (1803), senador conservador (1804), conde del Imperio (26 abril de 1808) y par de Francia, bajo la Restauración (1814).

En el campo de las letras, inicia su andadura con una polémica memoria de estudios, Mémoire sur la Chronologie d’Hérodote (Volney 1808b)[2]. Le siguen dos libros de viajes escritos a su regreso de Oriente: Voyage en Syrie et en Égypte pendant les années 1783, 1784 et 1785 (Volney 1787)[3] y Considérations sur la guerre des Turcs et de la Russie (Volney 1788). Firma con su otro nombre: “Volney”[4]. En estos textos anuncia ya las meditaciones sobre ruinas e imperios que cristalizan en su obra maestra, Les Ruines ou Méditation sur les révolutions des empires, publicada en París, en agosto de 1791[5]. Obra con la cual homenajea a la Asamblea Nacional el 25 de septiembre (Rédaction du Journal de Paris 1791), poco antes de la aprobación de la primera Constitución liberal en Francia, abolida la monarquía absoluta (21 de septiembre de 1792). Tiempos convulsos en los que Volney pensó y escribió sobre el orden de la historia, la razón y la energía del progreso (Starobinski 1973; Benrekassa 1989; Koselleck 1979/1990; Lefranc 1993; Benjamin 1942/2000; Ginsberg 2004). El heredero de Voltaire traspasa los márgenes del “testament philosophique du XVIIIe siècle” (Gaulmier 1951/1980: 203). Reflexiona sobre la alianza política y cultural entre el legado ideológico europeo de las Luces y la historia política de los imperios orientales. Volney contrapone el despotismo, en todas sus variantes, ideológicas, políticas y religiosas, a la contemporánea legislación revolucionaria. Liquida pronto el tono elegiaco de la “Invocation” inicial (Volney 1817: 1-4) e impone una lúcida reflexión sobre el progreso, las libertades, la igualdad y la felicidad de los pueblos a escala universal.

Esta obra no tardó en cosechar un rotundo éxito a nivel nacional y europeo[6]. Desde su primera edición en 1791, las Ruines obtuvieron el favor de editores, traductores y lectores, especialmente hasta finales del siglo XIX. Contrariamente a lo que afirmaba Gaulmier (1951/1980: 233) acerca de la restrictiva lectura de las Ruines circunscrita a los años 1820-1830, nuestra propuesta de catálogo de ediciones y traducciones (véase los anexos) – con exclusión de las antologías – evidencia que esta obra se lee antes, durante y después de esta década. Lo confirman las ediciones más relevantes publicadas en esos periodos, entre las cuales cabe destacar las siguientes:

Cuadro 1

Las Ruines. Selección de ediciones francesas relevantes de finales del siglo XVIII y del siglo XIX[7][8]

Las Ruines. Selección de ediciones francesas relevantes de finales del siglo XVIII y del siglo XIX78

Cuadro 1 (suite)

Las Ruines. Selección de ediciones francesas relevantes de finales del siglo XVIII y del siglo XIX78

Cuadro 1 (suite)

Las Ruines. Selección de ediciones francesas relevantes de finales del siglo XVIII y del siglo XIX78

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A partir de entonces y hasta el final de la centuria, se mantiene el ritmo de ediciones, reimpresiones y tiradas de las Ruines y de la Loi naturelle en sucesivas entregas, recogidas en esta lista. Aunque parcial, esta enumeración da cuenta del significativo catálogo editorial de la obra maestra de Volney, de amplia difusión a pesar de las polémicas, las críticas y la severidad de la censura. Esta historia material (inconclusa) de las Ruines se completa con las numerosas traducciones en lengua inglesa, alemana, italiana, holandesa, árabe o española, publicadas desde principios del siglo XIX (Jullien 1819: 564).

2. La recepción de Les ruines y de La loi naturelle en España

La España decimonónica recibió las Ruines con rechazos y censuras. Por impía y funesta, se condenaba la obra de Volney al igual que se reprobaba los textos de d’Holbach, Marmontel, Rousseau, Bernadin de Saint Pierre, Llorente o Voltaire. Las fluctuaciones políticas, las mudanzas de los gobiernos y las variaciones ideológicas de la España borbónica, ilustrada, conservadora, carlista anticlerical, liberal, católica o no, como la España constitucionalista, o el reformismo burgués facilitaron y obstaculizaron a partes iguales la circulación de las nuevas ideas. A pesar de las corrientes conservadoras poco propicias al pensamiento de Volney, las Ruines de Palmire se convirtieron sin duda en la base del imaginario de las ruinas, y este en el salvaconducto de su triunfo literario. Este afortunado destino literario sepultaría en cierto modo la dimensión ideológica, sin ocultar no obstante la reflexión histórica y política en torno a las genealogías, a la ley y al poder revisados por el ideario revolucionario y sus nuevos códigos históricos, estéticos y culturales que inervaban la vieja Europa.

Éxito editorial que se extiende en España hasta las prensas madrileñas de la calle vieja de San Isidro en las que se imprime una edición francesa en 1797, fechada falsamente 1795 en pie de imprenta, con una tirada de setecientos cincuenta ejemplares (Gil Ayuso 1932: 429). Los impresores y libreros, Julián López, Benito García Trío, Manuel de Losada y Quiroga, entre otros muchos reos, fueron perseguidos y condenados, salvándose no obstante varios ejemplares de las llamas del “horno de la tahona de Lorenzo, Via de Madrid” (Gil Ayuso 1932: 428) permitiendo la impresión, y por tanto la difusión de esta edición. Había fallado la política de censura que no logró trabar el comercio de los libros prohibidos y aún menos silenciar las ideas procedentes de la Francia más revolucionaria. Esta edición subrepticia, reimpresión fraudulenta de la segunda edición de Volney (1792), sustanció una “escandalosa causa” (Meléndez Valdés 1832: lxv) de amplio alcance social. Trescientos noventa y cuatro folios relataron las causas y los hechos acontecidos de 22 de julio de 1797 a 27 de marzo 1798, fecha de la quema de los libros (Gil Ayuso 1932: 428-429).

Censores e inquisidores persiguieron y pohibieron esta obra a lo largo del siglo, antes y después del decreto de supresión definitiva del tribunal de la Inquisición (15 de julio de 1834), antes y después de las prerrogativas de las nuevas jurisdicciones de los llamados tribunales de la fe. Las Ruines fueron encausadas en reales audiencias y tribunales de censura desde que en 1797 el obispo de Salamanca detectara que “siendo este libro un tejido de máximas las más subversivas de los Estados y las más contrarias a la soberanía de los reyes, y de otras especies seductoras y detestables que sería menester borrar de la memoria de los hombres” (Gil Ayuso 1932: 429). La censura no tardó en operar en sus variados modos e incorporó la obra a sus muchos índices. En las distintas fases de la inquisición, los tribunales de fe y edictos varios, en España, en Italia, en Francia, impusieron idéntico y nefasto veredicto relativo a la Loi naturelle y en especial a las Ruines “notoriamente contraria[s] al dogma y destructora[s] de los fundamentos de la religión” (Higueruela del Pino 1980: 455-456). El índice de los libros prohibidos del año 1873 recoge las distintas prohibiciones dictaminadas por el Santo Oficio que afectan tanto la obra en francés como las traducciones, perfilando una significativa dimensión de la recepción de esta obra de finales del siglo XVIII hasta las postrimerías decimonónicas.

En el edicto de 2 de septiembre de 1797, el Santo oficio incluye la edición fraudulenta de las Ruines (Inquisición española 1805: 53), recogida aún en la edición de 1873 (Carbonero y Sol 1873: 669). Más tarde, la Sagrada Congregación del Índice prohibía Le Rovine, ossia meditazioni delle rivoluzioni degl’imperiquocumque idiomate, por decreto de 17 de diciembre de 1821 (Sacra Congregatio Indicis 1819: 350, 351; Sacra Congregatio Indicis 1822: 1)[9]. La Loi naturelle y las Ruines son prohibidas dos años después por el Deán y Cabildo de Toledo en el edicto de 12 de octubre de 1823 (Carbonero y Sol 1873: 405). Prohibición que aplica asimismo el Obispo de Oviedo, el 25 de marzo de 1824, extendiendo el Arzobispo de Valencia la interdicción, el 16 de octubre de 1825, a “Todas sus obras” (Carbonero y Sol 1873: 669), y el Obispo de Cuenca, el 22 de noviembre de 1825, a las ediciones “en todos los idiomas” (Carbonero y Sol 1873: 572). Finalmente, el Obispo de Osma, el 8 de julio de 1870 (Carbonero y Sol 1873: 572), firma el edicto que prohíbe las Ruinas de Palmira junto con otros varios libros considerados impíos y perversos, incluidos en la colección de la “Gran Biblioteca del Pueblo” editada por José Codina (Volney 1817/1868c).

“Una gran cantidad de libros obscenos, revolucionarioas e impíos”, según un Real Acuerdo de la Audiencia de Asturias (7 de enero de 1826), traspasa frontera a lo largo del siglo (Calvo y Ayala 1826: 1-2), se disfrazan en ocasiones, y las Ruinas de Palmira ostentaron el curioso título de la Vida de San Miguel (Calvo y Ayala 1826: 3). Por otra parte, los contenidos de estas obras multiplican las polémicas originadas por la política inquisitorial del tiempo. En el caso que nos ocupa, el contenido religioso y político se convirtió desde el principio en el blanco de la Francia reaccionaria. Destacan en este sentido el controvertido Examen d’un écrit intitulé Les ruines, ou Méditations sur les Révolutions (Jouvin 1799), la famosa Réfutation du livre de Volney (Martin de Noirlieu 1823) y numerosas referencias en la prensa religiosa y política de la época. Incluso en ciertos casos, la virulencia de algunos artículos como aquellos publicados en Le Mémorial catholique (Bureau du Mémorial catholique 1825) fueron recogidos por la prensa española conservadora más afecta a la ortodoxia católica. Fue el caso de La Censura, revista que copió “un excelente pasaje” publicado en el Memorial catholique acerca de “obra tan pestilencial” (Villaseñor y Acuña 1845: 96). Las Ruines y la Loi naturelle conocieron por tanto una suerte similar en la España borbónica. En 1834, en sus Meditaciones, el arzobispo de Palmyra hacía apología de la verdad de la religión cristiana y refutaba “la impía fábula que forjó Volney” (Amat 1834: 1) y su visión materialista de la historia.

Este destino de querellas y prohibición no cercenó la amplia circulación de este libro cuya impresión continuó tanto en lengua francesa como en las traducciones en diferentes idiomas. En 1839, Quérard (274-275) ya había incluido las traducciones españolas (Volney 1817/1817b, 1817/1820a, 1817/1821) en su bibliografía de Volney. Asimismo, Palau (1976: 465-466), en su noticia sobre el ideólogo, estableció un catálogo de veinte títulos, datando las primeras traducciones españolas en París y Nueva York (Volney 1817/1817b, 1817/1817a), seguidas de las dos ediciones de Londres (Volney 1817/1818a, 1817/1819). Gaulmier (1951/1980: 236) reseñó algunos títulos del siglo XIX en lenguas italiana y alemana y solo cinco traducciones españolas. Por nuestra parte, hemos podido censar para el siglo XIX unas treinta traducciones destacables en lengua española (Véase Anexo 2). En las siguientes centurias, disminuye el ritmo de reediciones y traducciones, firmadas contemporáneamente por Juan Bautista Bergua, Armando Ruiz Gómez, J. Ribera, o P. López, siendo una de las últimas la edición de Demetrio Castro (Volney 1791/2018).

3. La fortuna editorial de las traducciones

Solo un año después de su edición princeps, salen a la luz las primeras traducciones de las Ruines. Datan de 1792 las versiones en lenguas alemana (Volney 1791/1792a, Berlín) y inglesa (Volney 1791/1792b, Londres) y de 1793, la anónima traducción americana de la Loi naturelle (Filadelfia). Las primeras traducciones en lengua española de ambas obras, conocidas hasta este momento, aparecen en los decenios iniciales del siglo XIX. Se publican anónimamente en 1817, en París (Volney 1817/1817b) y en Nueva York (Volney 1817/1817a); en 1818, en Londres (Volney 1817/1818a) y en París (Volney 1817/1818b), y en 1819, en Londres (Volney 1817/1819). La versión parisina de las Ruines, incluida la Loi naturelle (1817/1817b) se basa en la quinta y nueva edición publicada en las mismas prensas de la Viuda Courcier (Volney 1817). Presenta alguna variante significativa respecto a la edición tercera de 1799 y servirá, en general, de referencia[10] para varias de las traducciones en lengua española, editadas o reeditadas más tarde. Es el caso de las dos traducciones del año 1818: una se corresponde con la traducción de Londres, impresa en T. Davidson (Volney 1817/1818a) y otra se publica en París, en la imprenta de M. Richard (1817/1818b). La traducción londinense de 1819 (Volney 1817/1819) no consigna nombre de autor, ni de traductor y carece de pie de imprenta. Rompe esta tendencia, la traducción de 1820 (Volney 1817/1820a) que firma el afrancesado José Marchena, reeditada en 1822 (Volney 1817/1822b). De su publicación se encargan las prensas de Pedro Beaume, en Burdeos. El original de referencia es la “última edición del original francés”, según reza en la portada. El cotejo de ambos textos permite aclarar que la traducción de Marchena no coincide con la última edición del momento que se corresponde con la quinta edición (1817), sino que se ajusta también a versiones anteriores cuales son la tercera edición (1799) y la cuarta (1808).

Estas primeras versiones en lengua española del siglo XIX constituyen parte de un repertorio de traducciones que recoge la tabla siguiente:

Cuadro 2

Las Ruines. Selección de traducciones españolas relevantes del siglo XIX[11][12][13][14]

Las Ruines. Selección de traducciones españolas relevantes del siglo XIX11121314

Cuadro 2 (suite)

Las Ruines. Selección de traducciones españolas relevantes del siglo XIX11121314

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De los datos de este catálogo se desprende, por un lado que la mayoría de las traducciones no están firmadas, con excepción de los textos de E. Prieto y Villarreal, A.O.A, José Marchena, Cristóbal Litrán, A. Zeugeid, siendo estos tres traductores los más relevantes. La traducción de A. Zeugeid (Volney 1817/ca.1892), pseudónimo de Andrés Diéguez, traductor y editor[15], será reeditada en varias ocasiones a lo largo del siglo XX. En cuanto a Cristóbal Litrán, políglota y acendrado traductor, librepensador, republicano, columnista, hombre de alta cultura y fuerte compromiso político[16], no podía no traducir las Ruines (Volney 1817/1887). Las versiones de Litrán y Diéguez, oportunamente revisada la ortografía, se inscriben en la línea primera de las traducciones publicadas a principios de siglo XIX, la de 1819 incluida. La versión del escritor y traductor José Marchena constituye, sin embargo, un punto de inflexión en el corpus volneano español. Afrancesado afecto a las ideas revolucionarias, de pluma ágil, en español y en francés, su traducción (Volney 1817/1820a) presenta por un lado, una escritura más elaborada y por otra parte, numerosas variaciones y aminoraciones con respecto al original (Durnerin 2004: 95-106; Ramírez 1999: 55-58). Marchena ya había declarado que: “No es traducir ceñirse a poner en una lengua los pensamientos o los afectos de un autor que los ha expresado en otra. […]” (Montesquieu 1721/1818: 323).

En todos los casos, con esta traducción de Volney, Marchena enriquecía su extenso catálogo de polémicas traducciones de grandes pensadores e ideólogos franceses del siglo XVIII tales como Montesquieu, Voltaire, Rousseau, A. V. Benoît o Ch-F. Dupuis (Lafarga 2009: 754-756) y aportaba los contrastes necesarios al repertorio de traducciones decimonónicas de las Ruines.

Por otro lado, los lugares de publicación son España (Barcelona, Madrid, Zaragoza), Francia (Burdeos, París, Perpiñán), Inglaterra (Londres) y Estados Unidos (Filadelfia y Nueva York).

Observamos además que, contrariamente a algunas afirmaciones[17], las traducciones españolas se han impreso y reimpreso indistintamente durante los reinados de Fernando IV (1803-1833), Isabel II (1833-1868), el Sexenio Revolucionario y la primera república (1868-1874), y la restauración de la monarquía (1875-1902). Recordemos por otra parte que Volney revisó y corrigió su texto entre 1791 y 1817[18], es decir, desde la revolución de 1789 hasta la era posnapoleónica. Por tanto, invitaba a su lectura a detractores y defensores de todas las suertes ideológicas y culturales, liberales, laicos, o católicos, conservadores o integristas, aristócratas, constitucionalistas y republicanos. Por consiguiente, tanto el autor como los traductores, de algún modo, aseguraban la continuidad y la evolución del texto y de sus cambios, colaborando al complejo proceso de creación y de recepción literaria, y en este caso de transmisión de ideas.

Respecto al principal texto de referencia propuesto (Volney 1817), la disposición textual no presenta variaciones significativas. Sin embargo el título adopta formas distintas marcadas en parte o en su totalidad por la elipsis, la contracción, la inversión de los términos, variando en ocasiones para un mismo ejemplar entre cubierta, portadilla y portada.

Cuadro 3

Títulos españoles de las Ruines

Títulos españoles de las Ruines

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A partir de la tercera edición (Volney 1799a), el texto de las Ruines lleva normalmente aparejado la Loi naturelle, ou Principes physiques de la morale, déduits de l’organisation de l’homme et de l’univers. Titulo que, en español, conoce variantes marcadas también por elipsis parcial o total y por cambios varios:

Cuadro 4

Títulos españoles de la Loi naturelle

Títulos españoles de la Loi naturelle

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Pero, ciertamente las Ruines de Palmire, el título “fabricado” por editores, lectores y traductores, será el que arraigue en España no solo como referencia bibliográfica para esa obra, sino como referente del universo simbólico de las ruinas en la época contemporánea (Mortier 1974; Benjamin 1942/2000; Augé 2003; Ginsberg 2004; Onfray 2010).

4. La (olvidada) traducción de Londres (1819): datos para un estudio

En este marco histórico y editorial complejo se inscribe la traducción londinense de 1819. Esta versión conoció una especial difusión y es representativa de las primeras traducciones españolas basadas en la quinta edición “soigneusement corrigée par l’auteur” (Volney 1817). Sin embargo, la traducción de J. Marchena en su edición de 1820 (Volney 1817/1820b) es la versión española más conocida y referenciada y que inspiró varias reediciones contemporáneas (Edaf, Museo universal).

El título de portada y portadilla de la traducción de Londres 1819 se ha reducido a Meditación sobre las ruinas. Al eliminar la segunda parte “revolución de los imperios” se desplaza el objeto de la meditación, hacia el efectismo romántico de las “ruines ruinées” (Gautier 1865: 322) y del memento mori de las “ruines” soslayando a priori la analogía volneana entre ruina, revolución e historia. Volney entendía el ámbito de la devastación como yacimiento del progreso y el declive de tiranías e imperios como parte de la construcción social y de la trama política de las sociedades nuevas, sujetas a la “ley natural”.

Se ha eliminado también la cita del capítulo IV que acompaña el título en la práctica totalidad de las ediciones francesas[19]. Este epígrafe aparece en la conocida traducción de Marchena (Volney 1817/1820b) y en la traducción de 1823 (Volney 1817/1823). En su lugar, gran parte de las traducciones españolas decimonónicas añaden una lacónica sentencia aristotélica “El principio de la sabiduría es el saber dudar”[20].

La composición del libro[21] recoge básicamente las distintas partes de la obra de referencia: la portada, la tabla de los capítulos con indicación de los párrafos. La misma tabla de capítulos se repite a final del ejemplar y precede un “Catálogo de los libros españoles que se hallan en Burdeos, en casa de Lawalle jóven y sobrino paseo de Tourny, nº 20” y otra lista de “Ouvrages anglais” (Volney 1817/1819: 1-10), la “Invocación”, titulada “Introducción” en la edición de Barcelona (Volney 1817/1868b: 5-6), y los veinticuatro capítulos cuyos títulos son traducidos literalmente. A continuación, para el texto de la Ley natural, el editor incluye una portadilla propia con el título completo: La ley natural o Principios físicos de la moral, deducidos de la constitución del hombre y del universo. Sigue una “Advertencia del editor francés” (Volney 1817/1819: 343-345), adaptación del “Avertissement de l’éditeur” (Volney 1817: 255-258), centrado en las bonanzas de la moral sistematizada por la razón expuesta en este “librito” (Volney 1817/1819: 344). En cuanto al párrafo último, si bien Marchena (Volney 1817/1820b: 257) lo conservó, el traductor de la versión de 1817 (Volney 1817/1819: 343-344) eliminaba ese fragmento en cuyas líneas recordaba el título original Catéchisme du Citoyen français y el alcance europeo de la obra asimilada a una suerte de “catéchisme du bon sens et des honnêtes gens” (Volney 1817: 257). Tal vez para compensar esta omisión, el traductor añade una nota a pie de página (Volney 1817/1819: 343) corrigiendo una fecha (1793) e indicando un confuso lugar de edición (Estados Unidos) de la primera publicación de esta Advertencia[22]. Da paso a los doce capítulos de la Ley natural cuyos epígrafes no varían salvo el título del quinto “Des vertus individuelles” (Volney 1817: 280) que el traductor (Volney 1817/1819: 367) ha ampliado: “De las virtudes individuales, y de la sabiduría”. El ejemplar consultado de la edición londinense de las Ruinas, al igual que otras versiones españolas, adolece del “Avis au relieur” (Volney 1791: ij; Volney 1792: [s.p.]; Volney ca. 1792: vj) y de las ilustraciones a las que se refieren sus indicaciones. Mapas y otros grabados que sí incluye la edición de referencia (Volney 1817) y que aparecen de forma aleatoria en los distintos textos originales y versiones[23]. Tampoco reproduce el interesante “Avertissement” de las ediciones francesas de 1791 (Volney 1791: vij-x) y 1792 (Volney 1792: ix-xij; Volney ca. 1792: v) titulado “Preface” en las ediciones en inglés finiseculares (Londres: Volney 1791/1792b: v-vi, Volney ?/1795: v-vi, Volney ?/1796a: v-vi; Nueva York: Volney ?/1796b: 3-4; Filadelfia: Volney ?/1799: 3-4) y parte del siglo XX. En el prefacio se vincula el origen de este proyecto a su Voyage en Syrie (Volney 1791: vij) y se explica el alcance de las Ruines (Volney 1791: ix): “cet Ouvrage n’est point le fruit d’un esprit de perturbation, mais d’un amour réfléchi de l’ordre et de l’humanité”. Del mismo modo, el último capítulo (XXIV) en la primera edición de las Ruines (Volney 1791: 320-330) anuncia las grandes líneas de la Loi naturelle (1793) que Volney consideró como la segunda parte de las Ruines rubricando incluso en su última página la explícita mención correspondiente de “Fin de la première Partie ou des Ruines” (Volney 1791: 330). La Loi naturelle se convertía a partir de 1799 en corolario de la obra mayor de Volney[24].

Frente a estas supresiones respecto a la estructura original, la edición de 1819 conserva las “Notas. Para autorizar o explicar algunos pasajes del texto” (Volney 1817/1819: 404-440), que corresponden a las “Notes. Servant d’éclaircissements et d’autorités à divers passages du texte [des Ruines]” (Volney 1817: 318-367). Este denso sistema de anotación que combina notas a pie de página y notas finales, presenta las siguientes variaciones cuantitativas:

Cuadro 5

Sistema de notas de la 5ª édición de las Ruines y de la correspondiente traducción de 1819

Sistema de notas de la 5ª édición de las Ruines y de la correspondiente traducción de 1819

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Cuadro 6

Sistema de notas de la 5ª édición de la Loi naturelle y de la correspondiente traducción de 1819

Sistema de notas de la 5ª édición de la Loi naturelle y de la correspondiente traducción de 1819

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En ningún caso, el editor ha distinguido entre notas de autor y de traductor, desactivando el doble plano de autoría del traductor y del autor y omitiendo información específica de la edición original.

De forma general, en relación con esta voluminosa anotación, el texto español presenta variaciones cualitativas por reducción, ampliación, eliminación e incorporaciones que ilustran los siguientes ejemplos:

Cuadro 7A

Variaciones cualitativas del sistema de notas de las Ruinas (1819) respecto a la 5ª edición de las Ruines de 1817

Variaciones cualitativas del sistema de notas de las Ruinas (1819) respecto a la 5ª edición de las Ruines de 1817

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Cuadro 7B

Variaciones cualitativas del sistema de notas de las Ruinas (1819) respecto a ediciones de las Ruines anteriores a 1817 y exentas en la 5ª edición[25][26][27][28]

Variaciones cualitativas del sistema de notas de las Ruinas (1819) respecto a ediciones de las Ruines anteriores a 1817 y exentas en la 5ª edición25262728

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Otras cuestiones materiales marcan el ejemplar de esta edición. A pesar de algunas disimetrías, de forma general, la distribución de los párrafos no entorpece el discurso textual. El festival tipográfico de versalitas, mayúsculas y cursivas de la edición francesa se reproduce en gran medida en la traducción de 1819. Los usos interrogativos y exclamativos están perfectamente establecidos. La puntuación varía sensiblemente, adaptada a las pausas españolas: el traductor suele cambiar las numerosas comas de las enumeratio de Volney por una coordinación en la coda del periodo. Asimismo, utiliza los dos puntos explicativos en sustitución de las frases yuxtapuestas.

En relación con la ortografía, el traductor anónimo publica en Londres un texto que evidencia en parte una ortografía arcaica y fluctuante, ajena a los cambios apuntados en la Ortografía de 1800 y a la reforma ortográfica de la Real Academia Española de 1815.

En términos de acentuación, no faltan las formas correctas de acentuación: “sí, tétrico, útiles, último, quién, juzgó, Génesis” (Volney 1817/1819: v, v, vj, 12, 16, 89, 200), incluidos los monosílabos, “á, ó, é”, acentuados conforme al uso, a saber “las vocales cuando se hallaren solas formando partes de la oración, á fin de que no se pronuncien como unidas á la vocal que precede […]” (RAE 1815: 80). Pero abundan a lo largo del texto los ejemplos de acentuación deficitaria, arbitraria e incorrecta:

Cuadro 8

Acentuación arcaizante en Volney (1817/1819)

Acentuación arcaizante en Volney (1817/1819)

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Los usos ortográficos son asimismo reveladores de un uso antiguo y sancionado por las nuevas reglas de la Academia española. A título de ejemplo, declinamos los siguientes casos.

Cuadro 9

Ortografía arcaizante en Volney (1817/1819)

Ortografía arcaizante en Volney (1817/1819)

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Cabe destacar ese mismo descuidado tratamiento ortográfico, con grafía y acentuación heteróclita en los abundantes topónimos, gentilicios y nombres propios, en especial aquellos pertenecientes a la historia de las religiones que ocupan un lugar destacable en esta obra.

Cuadro 10

Ortografía arcaizante en topónimos, gentilicios y nombres propios en Volney (1817/1819)

Ortografía arcaizante en topónimos, gentilicios y nombres propios en Volney (1817/1819)

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En último término, las divergencias gramaticales y léxico-semánticas que se detectan entre el texto original y el texto traducido constituyen un amplio catálogo de inversiones, disimetrías y transposiciones que ilustran el siguiente cuadro con una serie de ejemplos representativos:

Cuadro 11

Divergencias gramaticales y léxico-semánticas entre la quinta edición de las Ruines (Volney 1817) y la traducción española de Londres (Volney 1817/1819)

Divergencias gramaticales y léxico-semánticas entre la quinta edición de las Ruines (Volney 1817) y la traducción española de Londres (Volney 1817/1819)

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Aunque falta un estudio comparado completo de la historia de las traducciones de las Ruines y de la Loi naturelle de Volney, estas observaciones relativas a algunos aspectos materiales de la traducción anónima de 1819 componen un primer esbozo de algunas de las características del texto y sintetizan las marcas formales de este corpus de traducciones (Volney 1817/1817a, 1817/1817b, 1817/1818a, 1817/1818b, 1817/1819). En este sentido, la traducción de 1819 constituye un referente que precede la traducción de José Marchena (Volney 1817/1820b) cuya versión actualizará la dinámica textual y escritural de estas obras.

En relación con la composición del texto, hemos destacado, por una parte, la intervención del traductor en la anotación, es decir en el campo conceptual y explicativo de Volney y por otra parte, la utilización, y por tanto el conocimiento, de otras ediciones del texto. Se acredita por otro lado, el uso arcaico de la ortografía y se evidencia la descuidada atención prestada a la edición de esta traducción cuya modernización de la lengua empezará a hacerse efectiva a partir de la reimpresión de 1822 (Volney 1817/1822b).

En cuanto a las abundantes divergencias sintácticas y léxico-semánticas estudiadas se enmarcan de un modo general en una tendencia del traductor a la literalidad, compensada por cierta sutileza estilística en determinados casos. Así frente a “la sagesse des tombeaux” (Volney 1817: 23) que celan los saberes, sus misterios y sus secretos, sus virtudes y sus vilezas, el traductor ha tomado la parte por el todo, descartando el saber esclarecedor y eligiendo los “secretos de las tumbas” (Volney 1817/1819: 24). El traductor ha optado en esta ocasión por una interpretación del contenido, contrastando con la habitual literalidad con la que procede.

Literalidad que resta al conjunto de la traducción de las Ruines y la Loi naturelle la poeticidad que distinguió concretamente la versión de José Marchena. Así lo puede ilustrar el siguiente caso: Volney alude a “la terre, nue d’habitants” (Volney 1817: 11) y deviene bajo la pluma de Marchena “yerma la tierra de moradores” (Volney 1817/1820b: 7), para simplemente describirse en la traducción anónima de 1819 como “la tierra, desnuda de habitantes” (Volney 1817/1819: 9). Ciertamente, la poetización de la traducción de Marchena aporta al texto original una vena lírica que Volney disipó en cada momento estando más acorde con el estilo depurado y no menos expresivo de la traducción de 1819.

A la postre, esta traducción produce un texto más descriptivo que narrativo, más explicativo y didáctico que lírico y emotivo, sin perder agudeza en la reflexión planteada por Volney. Sin duda en ocasiones la literalidad resta perspicuidad al estilo, pero no debilita la eficacia expresiva que contiene la obra original y que la traducción de 1819 conserva.

Por otra parte, la variabilidad de esta traducción no se puede deslindar del conocimiento de la historia editorial del original y de las variantes textuales que reflejan los estadios de la escritura y el devenir de la historia Así lo ilustra una sentencia volneana que sintetiza a la par el entusiasmo revolucionario de las primeras horas de la Asamblea constituyente y de la Declaración de los derechos humanos y la nueva ecuación del bien individual como garantía del bien público: “[…] nous ne voulons qu’être libres, et la liberté n’est que la justice” (Volney 1817: 101) se convierte en “[…] y solo queremos ser libres, y la libertad no es sino la justicia” (Volney 1817/1819: 134). Trasposición del traductor de la asimilación entre libertad y justicia que Volney no había contemplado en las primeras ediciones: “[…] nous ne voulons qu’être libres: nous le sommes!” (Volney 1799a: 125). Marchena, sin embargo, en su traducción, no manejó la variante textual de 1817 y optó, en este caso, por la fórmula primera traduciendo como sigue esta sentencia: “[…] pero solo queremos ser libres, y lo somos” (Volney 1799a/1817/1820b: 95). En este sentido la traducción de Londres (1819) recoge la evolución del pensamiento de Volney y de los acontecimientos históricos, y contribuye a completarla.

En ningún caso estas variaciones (ortográficas, sintácticas, léxico-semánticas) suponen la ilegibilidad del texto. Tampoco disminuyen la efectividad del sentido general de estas dos obras que rubricaban la caída del Antiguo Régimen, y en especial la crítica de una cultura del poder basada en las potencias divinas y tiránicas de una gobernanza unitaria y arbitraria.

5. Conclusión

La traducción anónima de 1819 de las Ruines ou méditation sur les révolutions des empires y de la Loi naturelle traslada a pesar de una ortografía arcaizante y una sintaxis más correcta que fluida, la reflexión volneana sobre la razón, el poder y la historia de los hombres y las mujeres, sus credos y sus dogmas a los que incorporaba la destrucción, junto a los valores de progreso y de razón.

Para Volney, y sus traductores no lo desmienten, la experiencia de la historia preclara y crítica de los modelos antiguos, no se detiene en una visión melancólica (Ehrard 1991, 1996) y fija los nuevos límites del sujeto moderno en su sola individualidad. Así lo declaraba el autor: “Sois l’arbitre de ton sort; je te remets ta destinée” (Volney 1817: 31). Así lo traducía el anónimo escritor de la traducción de 1819: “Sé tú mismo el árbitro de tu suerte, yo te entrego tu destino” (Volney 1817/1819: 36).

Rotunda traducción (Volney 1817/1819) que drena voces de anteriores versiones (Volney 1817/1817b, 1817/1817a, 1817/1818a, 1817/1818b) cuya base principal es la quinta edición revisada de Volney (1817). El ideólogo había investido en el discurso de las ruinas, la energía de la razón y lo despojaba de la “crédulité” y de la “certitude” (Volney 1799b: xiij). Sumaba a la destrucción de altares y tronos, la verdad y la sabiduría, “la libertad” y “la justicia” (Volney 1817/1819: 134), para fundamentar los estados modernos del “siglo nuevo” (Volney 1817/1819: 125) y la soberanía de “un pueblo libre y legislador” (Volney 1817/1819: 134) asistido por un legislador “[…] que separa el mundo de las ilusiones del de las realidades” (Volney 1817/1819: 340).

La traducción anónima de 1819 contribuye a difundir no solo el texto de Volney, sino también las ediciones que lo construyen. Al mismo tiempo circulaban las distintas traducciones de las que se había inspirado y las versiones que inspiraría, colaborando así a crear una comunidad traductiva compuesta por autores, editores, traductores, impresores, censores. Esta solidadridad textual entrelaza versiones y variantes, originales y repeticiones, elipisis y metáforas, y cohesiona la escritura de una lengua a otra, de un tiempo a otro, de unas culturas a otras, mitigando la fragmentación auctorial, las rupturas cronológicas, la tensión estilística y la variabilidad lingüística y escritural que caracterizan toda traducción y ejemplifica en este caso, la traducción de estas obras de Volney. En el caso concreto de la traducción de 1819, la suma de versiones, la superposición de voces y estilos, el enjambre de notas y paratextos, las variadas perspectivas por las que el traductor descarta, conserva, y transforma el texto original, permiten acotar mejor un texto y sus anotaciones, con una propuesta de lectura de Volney más ajustada a la escritura de sus relatos, de sus ideas y a la expresión de sus reflexiones.

En este sentido, la traducción de 1819 propicia el contacto entre ediciones originales y las diversas traducciones (las anteriores y las venideras), estableciendo lo que Volney denominó en el preliminar de su estudio de las lenguas orientales, “une affinité morale, une communication d’usages, de besoins, d’opinions, de moeurs […]” (Volney 1794: 3).