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El libro que se reseña consiste en una edición moderna de uno de los poemas más emblemáticos de Alexandre de Riquer (Calaf, 1856 – Palma, 1920). El texto original viene precedido por una serie de estudios de homenaje y/o erudición, y acompañado por dieciocho versiones en prosa en diferentes lenguas.

El sentido cultural de una propuesta como esta es indisociable de una cuestión más amplia: la colocación historiográfica y cultural del Modernismo catalán, que ha sido objeto de contínuas revisiones: del antiguo esquema que lo disponía como una de las dos épocas doradas de las letras catalanas (la medieval y la de la triada Renaixença-Modernisme-Noucentisme), separadas por el agujero negro de casi cuatro siglos percebidos como los de la decadencia (XVI-XIX); a otras más recientes que, a parte de poner en discusión este hilo argumental, se esfuerzan en actualizar el análisis de la complejidad de su momento específico. Para este proceso, resulta augurable priorizar las relaciones entre los discursos más tradicionalmente hegemónicos y las pluralidades que los desestabilizan. Así, si por una parte cabe valorar las diferentes concreciones locales del Modernismo (los novecentismos europeos − y no sólo −, si así queremos llamarlos), que conviven y dialogan como las olas de un mismo mar de renovación; por la otra, también cabe revalorizar la hetereogeneidad interna en cada una de estas concreciones. Por eso, es reconfortable que ya en el subtítulo de esta publicación se destaque una definición del texto como “cant modernista artúric”. Que la base de Escalibor es la materia de Bretaña es en verdad una evidencia, el mérito está en proponerlo ahora como una oportunidad de reapreciar la obra de este poeta en el canon y, a su vez, de recordar el papel de la vena prerafaelita como una pieza más del puzzle del Modernismo global y local (interesante como enriquecimiento interno, pero también a nivel de puente y de contacto con el Modernismo cosmopolita).

Y es que lo sabemos, demasiado a menudo la foto del panorama literario catalán entre finales del XIX y la primera mitad del XX se ha reducido a la de los dos hermanos regañados: el vitalismo espontaneo de Joan Maragall y el artificio de los clasicistas y parnesianos. Entre múltiples inputs de influencias internacionales (Nietszche, d’Annunzio, Whitman, Ruskin), se reconocerían los méritos del legado continental y mediterráneo, componiento, a partir de éste último núcleo identitario, una fuerte corriente mediterraneista que va de Jeroni Zannés y la Escola Mallorquina al classicismo de raíz cristiana y conservadora que acaba por imponerse y que favorecerá el poder de la burguesía y Lliga Regionalista de Prat de la Riba, sin olvidar la culminación de Josep Carner.

Sin embargo, de la misma manera que Sunyer puede pintar Mediterrània y Llimona puede esculpir, con un gran gesto de clacisismo moderno, la muchacha de Desconsol; ha podido Rosiñol representar sus Alegorías, de toque claramente mediavalizante. Es tal vez por la posibilidad de estas propuestas variopintas a caballo que en la introducción de Pi de Cabanyes se describe el Modernismo como “un gran i fascinant misteri” (p. 17); un misterio hecho de teselas variadas y que la contribución del libro que reseñamos no reduce a clara transparencia; sino que, contrariamente, lo reconoce e invita a su experiencia a través de la lectura de lo que son las tres grandes secciones que lo organizan: 1) una sucesión de pequeños estudios (p. 27-76) que introducen la figura del poeta como artista (considerando también su actividad como ilustrador y pintor) y como ideal prerafaelita, así como diversas aportaciones en torno a las fuentes de la cosmogonía merliniana y el simbolismo del bosque. 2) La edición del texto original, más de un siglo después, que facilita enormemente su accesibilidad, recordando siempre que Escalibor es el canto VIII de una obra más vasta titulada Poema del Bosch (Barcelona, 1919). La selección de una parte emblemática, sin embargo, promueve la curiosidad por el todo y permite un repertorio de traducciones vasto y gestionable en un sólo volumen. Eso nos introduce a 3), el gran núcleo de este proyecto: las traducciones. En este sentido, la cantidad de lenguas en que el canto viene reescrito en su versión en prosa y, sobretodo, el criterio que sostiene su selección (algunas lenguas extraeuropeas y en diferentes alfabetos, como el ruso y el japonés; otras minoritarias o minorizadas, como el sardo, el vasco o el arpitano; están también el catalán contemporáneo, y finalmente, el esperanto) dan prueba de la voluntad universalista y abierta del proyecto.

Estas tres grandes secciones aparecen flanqueadas por una introducción y un epílogo. En la primera, Alan Yates anticipa el logro de las aspiraciones iniciales: “els responsables de l’edició han intentat superar la muralla del desconeixement cultural i lingüístic, i recuperar un dels mestres més fecunds del Modernisme català” (p. 16). Esta meta se completa aún en el final, dónde el lector puede consultar una “galería artística de Alexandre de Riquer” (lienzo, cubierta, ex-libris y retrato del autor), en la que se da muestra de su perfil polifacético; y de una útil bibliografía artística, de la obra literaria y pictórica, y de su recepción crítica.

Escalibor. Un cant modernista artúric conquereix el món, se ha realizado bajo el cuidado de Cerdà i Surroca, Prat Serra, y Zarandona. Su esfuerzo mediador, junto con el del resto de críticos y traductores, para garantizar la trasmisión y universalización del texto, permite, y con perdón por el scherzo retórico, que la pluma de Riquer “se eleve” como “el que nunca abandona la espada que aquellos héroes habían blandido. Y todavía de los países donde cantan como sirenas los poetas y los músicos, le llegan ofrendas arrancando de las liras sonoras notas de oro que vibran dentro de los bosques ensalzando a Excalibur” (Final del canto. Prosificación de Jaime D. Parra, p. 125).